domingo, 14 de octubre de 2012

El Dueño de las 99 Haciendas

A fines del siglo XIX existió un hombre de infinita crueldad, poderoso y temido. Su nombre era Pánfilo, y poseía ricas haciendas pulqueras. Un decreto del entonces Presidente de la República, Benito Juárez, prohibía los latifundios, lo cual frustró su deseo más anhelado: Ser dueño de cien haciendas.
Pánfilo tuvo que conformarse con noventa y nueve propiedades, diseminadas a lo largo y ancho del territorio que circunda Tulancingo, lo cual amargo más su carácter.
En todas las haciendas parecían repetirse una y otra vez las mismas historias de maltrato que Pánfilo y sus capataces aplicaban a la clase trabajadora. Se decía que la vida en estos lugares era infernal, si alguien era sorprendido robando, no importaba si eran pequeñas o grandes cantidades de maíz, fríjol, o cualquier otra semilla, se les amputaba una mano, también corrían rumores de torturas horribles impuestas por Pánfilo a sus enemigos o subordinados, el hacendado acostumbraba ordenar que a la victima se le rebanaran las plantas de los pies, acto seguido, los obligaba a caminar sobre tezontle y por ultimo, los arrojaba a un corral de cerdos que se habían acostumbrado a comer carne humana.
Por fin los días de Pánfilo se terminaron, casi nadie acudió al funeral, salvo algunos curiosos y gente de confianza, tan malvados como lo fue él.
Al amanecer, la gente no podía entender como era posible que el féretro de aquel hombre apareciera a un lado de la fosa, cuando el día anterior había sido sepultado normalmente.
Después de las investigaciones, las cuales no revelaron a ningún sospechoso, Pánfilo regresó a la tumba. Pero todo era en vano, porque al amanecer de ese y de muchos días más la historia parecía repetirse, el féretro aparecía a un lado de la fosa; por fin, los lugareños acudieron con el sacerdote local para encontrar una explicación y este dijo lo siguiente:
- Este hombre ha hecho tanto mal que a su muerte, ni siquiera la tierra quiere recibirlo.
El sacerdote, en compañía de algunos lugareños acudió hasta el cementerio y constataron que efectivamente, el féretro estaba a un lado de la tumba.
Varios hombres volvieron a sepultarlo, y ante la mirada atónita de la gente, la mano de Pánfilo emergió de la tierra, el sacerdote le asesto algunos golpes con la vara de un rosal sin conseguir resultados.
Por fin, se llegó al siguiente acuerdo: Cuatro hombres llevarían el cadáver de Pánfilo con ayuda de una mula hasta un cráter llamado “El Yolo”, ahí, según instrucciones del sacerdote, debían tirar el cuerpo y alejarse rápidamente sin voltear a ver que ocurría con él.
Así se hizo, y al amanecer, cuatro voluntarios, acompañados por una mula se dirigieron hacia las áridas tierras que rodean “El Yolo”. La mula no quiso llegar hasta el lugar indicado, lo cual obligó a los hombres a cargar el cuerpo ellos mismos; la tarea parecía finalizada, Pánfilo fue arrojado al cráter, sin embargo estos, llenos de curiosidad se acercaron a ver lo que pasaba.
A la mañana siguiente solo uno de los voluntarios regreso al pueblo, con los ojos desencajados y la voz temblorosa contó antes de morir, lo que él y sus compañeros presenciaron en aquel lugar; el infeliz refirió que mientras el cadáver de quien fue el poderoso y cruel Pánfilo caía en el fondo, unos extraños y horripilantes seres demoníacos emergían de las paredes del cráter, y al mismo tiempo que alargaban las manos en el aire para arrancar y comer trozos de aquel cuerpo, gritaban horribles maldiciones y se alegraban de que por fin Pánfilo, estuviera entre ellos.
Aun existen algunas propiedades de aquel personaje, derruidas y abandonadas, con la olvidada gloria que tuvieron cuando el comercio del pulque hacia florecer las pequeñas y nacientes ciudades del sur de Hidalgo.

Publicado por Leyendas Hispanas

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